jueves, 14 de noviembre de 2013

LIBERTAD


Me Cansé. Cuando encuentres esta carta, yo, por suerte, ya voy a estar bien lejos de casa. Me cansé, por eso me voy. No puedo seguir viviendo con alguien que no me valora, por eso hoy voy a galopar una vez más en mi brioso corcel de dos ruedas para alejarme para siempre de vos.

No puede ser que apenas abrís los ojos ya estás rugiéndome órdenes como si yo fuera un esclavo. Me cansé de escucharte berrear porque, según vos, te dejo sola. Me cansé de no poder traer amigos a casa porque cuando viene uno o devorás con la mirada. Me cansé de escucharte cuchichiar con tus amigas sobre todos mis defectos.

Estoy harto, harto de no poder tener una vida normal, harto de ser amo de casa, enfermero, cocinero, crítico de novelas y podólogo. Esto no es vida para un hombre. Un hombre tiene que ser libre, tiene que poder rumiar lo que comió sin que alguien le diga lo asqueroso que es, tiene que poder cantar bajo la ducha sin que lo censuren, tiene que poder comer sin necesidad de escarbar en la heladera buscando algo que no sea lechuga.

No puedo seguir viviendo así, ya no más. No puedo estar con alguien que tiene tan malos modos, que le ladra a cualquiera que ose tocar nuestro timbre, que toree a cualquier mujer que nos cruce en la calle sólo por las dudas.

Basta, necesito aire, luz, lo que sea, pero lejos de ti. Llevo años sin dormir, cada vez que me acuesto graznás pidiendo algo que te olvidaste y yo tengo que levantarme a buscarlo. Jamás se me ocurriría decirte que no porque eso implicaría escuchar tus aullidos durante meses. Cuando logro que por fin tengas todo lo que necesitás y por fin te dormís, tus ronquidos hacen que sea imposible descansar, y, como siempre, me desvelo. Cuando quiero ver la tele para ver si así me vuelve l sueño, tengo que andar en cuatro patas o reptando por todo el living para tratar de encontrar el control remoto que sin duda escondiste para que no te cambie de canal

Cuando quiero probar algo que estás comiendo, siempre me gruñís y hasta llegaste a morderme (sabés bien que no estoy exagerando).

Mil veces encontré mis cosas revueltas porque a vos se te ocurre que escondo plata, rasguñás mis cajones como un perro que quiere esconder un hueso y dejás todo desordenado. ¡Ojalá hubiera algo de plata que esconder! pero no ¿Qué va a haber? Si cada vez que cobro mi sueldo me roés hasta dejarme sin una moneda.

Ni hablar cuando estás por “enfermarte”, ya conozco de memoria la sucesión de “síntomas”. Primero empezás con que estás incubando algo, después , entre quejas y reclamos hacés lo imposible para regurgitar lo que comiste y así poder echarle la culpa a lo que yo cociné. A eso le siguen tres o cuatro días de estar echada en la cama barritando de dolor, de estómago, de cabeza, del pelo, que importa? Al final el objetivo es el mismo: siempre que te duele algo la culpa la tengo yo.

Cuando por fin te levantás , lo único bueno es verte anadear de la cama al baño y del baño a la cama. Creo que todos esos días de padecerte valen la pena cuando te veo caminando como si hubieses estado empollando un huevo durante dos meses. Aunque, claro,  durante esos días apenas si puedo picotear algo. A veces quisiera poder maullar y que automáticamente alguien apareciera para darme de comer.

Pero se terminó, hoy todo eso queda atrás. Me voy, quiero salir a volar por la vida, a cazar, a aletear por las plazas, a nadar por los ríos o las lagunas, salir a lo que sea, pero salir, irme, lejos, bien lejos tuyo.

Chau mamá, no me extrañes.


2 comentarios:

  1. Es muy bueno! Te lo dije en vivo y lo repito ahora... Me encantó!
    Después argumento un poco.. ahora me voy porque me llama mi mamá.

    ResponderEliminar
  2. La verdad que es genial! Espero ansioso la próxima publicación..

    ResponderEliminar