viernes, 17 de agosto de 2012

Aprender a Volar

Puede que esto suene a mentira, pero hace seis años conocí a un ángel. Cuando lo conocí no sabía con quien me estaba encontrando ya que, aunque su aspecto era el de un querubín, su carácter y comportamiento jamás lo hubiesen indicado… o eso creía yo.
Cuando lo conocí no sabía que este era un ángel, estaba de paso por este mundo mientras cumplía con una misión. Me costaba mucho congeniar con él, tenía un carácter muy especial, a veces era el mejor compañero del mundo y a veces me sacaba de las casillas. Compartimos muchas mañanas juntos, además de algunos viajes, algunos regalos, entre otras cosas.
Un día me dijeron que Tomás (que así se llamaba) tenía un ala lastimada y eso le estaba trayendo algunos problemas. Volví a verlo una semana después de que me dieran esa noticia y, aunque se veía un poco cansado, la expresión de su rostro era la de siempre, una mezcla de alegría y ganas de alguna travesura. No podía creer que ese angelito ya no pudiera volar como antes, pero aun así él trataba de llevar una vida normal y todos a su alrededor hacíamos lo posible para que así fuera.
Además de un ángel, Tomas era un soldado fiel y valiente. Aun con su ala lastimada, nunca dejo de ser un testimonio vivo para aquellos que se acercaban a el. Muchos se acercaban con lastima, o incluso con compasión, como apenados por él, pero salían desconcertados por no entender como alguien en su situación podía transmitir tanto optimismo o irradiar tanta alegría. Y claro, es que nosotros solo vemos lo que nuestros ojos nos permiten, no osamos mirar un poco más allá, pero Tomás no. El siempre supo que del otro lado del horizonte la guerra estaba ganada, nada de lo que había de este lado era importante para el, sus ojos siempre vieron mas allá.
Como buen soldado siempre confió en las decisiones de su General, el descansaba en Su voluntad, a tal punto de no entender como alguien que dejaba todo en Sus manos podía seguir preocupado. “Si ya oramos ¿Por qué seguís llorando?” Siempre tenía increíbles lecciones para darnos.
La última vez que lo vi, fue un domingo en el club. Tenía sus ojitos oscuros, estaba un poco hinchado, pero irradiaba tanta o más alegría que la primera vez que lo vi, claro, estaba en el club, eso nadie se lo había quitado. Ese domingo corrimos, jugamos, nos peleamos también y me discutió un par de cosas a los gritos, yo me enojé… y después me reí mucho con el, le di un beso y un fuerte abrazo y me despedí, sin saber que ya no volvería a verlo en las mismas condiciones.
Hoy hace cuatro años que Mi general decidió que el soldado Tomas López debía tomarse franco y descansar, su ala rota no estaba sanando, debía aprender a volar nuevamente y además él no estaba hecho para estar en este mundo tan impuro. No puedo decir que no lo extraño, pero me consuela saber que no tendrá que vivir en esta sociedad corrupta, ni estar rodeado de peligros y quien sabe cuántos horrores más.
La misión de ese Ángel que conocí hace seis años era mostrarme que en esta vida hay cosas realmente importantes por las que preocuparse. El, con todos sus dramas, jamás se quejó, siempre buscó la forma de mostrar que lo que le pasaba era por algo bueno, que sin duda el General de esta tropa podía sacar algo positivo de esta estrategia.

Hoy el cielo también llora, como aquel dia hace cuatro años, pero se que muy pronto volveremos a vernos, su ala ya estará sana nuevamente y podrá volar como antes. Hasta que llegue ese día, me toca pelearla pensando en lo realmente importante y recordando que todo tiene un propósito. Hasta pronto amiguito.

Toto y su papá campeones de un torneo de metegol.

Baby, don't understand Why we can't just hold on to each other's hands? This time might be the last if fear unless I make it all too clear I need you so, ohh Take these broken wings And learn to fly again, learn to live so free When we hear the voices sing The book of love will open up and let us in Take these broken wings Baby, I think tonight We can take what was wrong and make it right Baby, it's all I know that you're half of the flesh And blood that makes me whole, I need you so. So take these broken wings And learn to fly again, learn to live so free When we hear the voices sing The book of love will open up and let us in Yeah, yeah Let us in Let us in Baby, it's all I know that you're half of the flesh And blood that makes me whole Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah So take these broken wings And learn to fly again, learn to live so free And when we hear the voices sing The book of love will open up and let us in Take these broken wings You got to learn to fly, learn to live and love so free When we hear the voices sing The book of love will open up for us and let us in Yeah, yeah, yeah, yeah...

jueves, 19 de julio de 2012

Para que sepa el universo



“Dicen que toda sonrisa empieza con otra sonrisa”, frase sórdida si las hay. Hace mucho la leí en un forward  y me quedé regulando… qué quiere decir? Eso es bueno o es malo? Tiene algún sentido esa frase? En realidad parece que tiene sentido pero no lo tiene, al menos para mí. Puede que una sonrisa empiece con otra sonrisa, pero… ¿Qué significa una sonrisa? Sinceramente, no lo sé.
Qué intenta transmitir una persona cuando sonríe? Yo desconfío de las personas que sonríen, no sé si me están midiendo, no sé si están tristes, no sé si están alegres…además ¡Vamos! Esto es la guerra!!! Como alguien me va a sonreír y yo voy a quedarme tranqui? Sin ir más lejos esa obra maestra del renacimiento, La Gioconda, ese rostro inexpresivo que despertó tantos interrogantes es la prueba de lo que digo, nadie sabe si estaba triste, alegre, si planeaba matar a Da Vinci después de que este terminara de retratarla, o sea…que le pasa? Es lo que digo: Una persona que sonríe no es de fiar.
Ahora bien, si esta frase a la que hago referencia al principio lo que intenta decir (y ojo que esto es pura y exclusivamente suposición mía, eh?) es, que una persona que SE RÍE (que no es lo mismo que sonríe) seguramente hará reír a otra, entonces estamos de acuerdo. Yo iría reformulando la frase de a poco para darle un sentido más concreto y contundente, pero no me atrevo a usurpar la creatividad del genio formulador, asi que simplemente haré como que nunca la leí o que simplemente no tiene nada que ver con este tema
Reírse es la prueba de que uno está vivo. Reírse implica que uno no está feliz, sino que ES feliz. Reírse implica que uno tiene con quien hacerlo, porque nunca alguien que se ría a carcajadas estará solo. Por lo tanto podemos volver a reformular la frase inicial “Dicen que toda carcajada, trae consigo otra carcajada” y esta vez queda un poco mejor.  Y esto hasta se puede expresar matemáticamente:
Sujeto X + carcajada = Sujeto Y + Carcajada
Sujeto X + Sujeto Y + Carcajadas = Sujeto Z+ Carcajada
Y así podría poner un montón de ejemplos que no son necesarios porque creo que son lo bastante inteligentes como para entender cuál es el punto, y, precisamente, el punto es (por si alguno no llego a entender) que toda persona que tiene el don de poder reírse, jamás estará solo. Y también a la inversa, toda persona que tiene el don de no estar solo, jamás dejará de reírse.
Este no es un tema para tomar a la ligera, estoy hablando con conocimiento de causa. Conozco mucha gente, muchísima, pero aun así hay veces en las que siento que vivo en una isla desierta, y esa sensación solo se va cuando estoy rodeada de gente que se ríe. Hasta el general más agrio y frio quiere que sus soldados estén felices, y, por supuesto, mi general no es la excepción. Mi general me puso en un escuadrón con gente que sabe la diferencia entre reír y sonreír y que, por lo tanto, nunca sonríe. Son todos absolutamente distintos, ninguno se parece al otro… y eso es bueno en gran manera.  Aprendí, aprendo y sin duda aprenderé mucho de ellos, y aun si no conociera sus nombres, no me haría falta, pues cada soldado tiene algo aun más único que sus huellas dactilares: Su risa. Puedo reconocer a cada uno de ellos por los sonidos estrepitosos que emiten sus cuerdas vocales y que resuenan en su cavidad bucal (en algunos resuenan más que en otros).  Hay uno que ríe con una risa entre malévola e inocente, como de niño feliz por una travesura que salió bien, hay otro que ríe con todo sus pulmones y su estómago, en una risa llena de vocales, otros dos ríen como si no tuvieran ganas, pero el tiempo me mostró que esa es su risa del alma y que en realidad eso es todo lo que puede soportar su garganta. Algunos también ríen mientras hablan, y resulta imposible entender lo que dicen, lo cual los hace reír más. Un último ríe con una risa como si fuera Hulk, entre malo y tonto, y eso nos hace reír a todos. Esos sonidos son los que me hacen reír, no necesito más. Al escuchar eso tengo todo lo que necesito saber: Quién es, cómo se siente, dónde está. No necesito preguntar cuál es el motivo de esa risa, la respuesta siempre es “No sé”, y en realidad…que importa? Lo único que importa es que ellos están para apuntalarme con sus risas como yo estoy para apuntalarlos a ellos con las mías, esa es el arma secreta de nuestro escuadrón, nadie puede mantenerse incólume ante una explosión de nuestra risa. Cualquiera que quiera hacerse el serio tiene dos opciones, o saca la bandera blanca y empieza a reírse con nosotros…o se va, y hasta hoy son más los prisioneros de guerra que tenemos, que los que salieron huyendo.
Por eso, cada vez que alguien me pregunta qué me hace reír, nunca dudo, la respuesta es siempre la misma “La risa de mis amigos”. Si alguna vez me ven caminando por ahí, o viajando en el colectivo o haciendo cualquier cosa, ya saben que me estoy riendo porque quiero que el universo sepa que tengo compañía. Cualquiera que me haga reír tendrá un puesto disponible en mi escuadrón, dependerá de él que quiera ocuparlo o no. Así que, por todo esto, la frase inicial carece de todo sentido, no existe en mi vida. No quiero gente que me sonría, quiero a mi alrededor gente que se ría a carcajadas, conmigo o de mi, no importa, lo que importa es que si se ríe, seguramente es mi amigo.


martes, 24 de abril de 2012

A far piovere...


Había estado esperando la llegada de ese día con muchas ansias. Despertó temprano esa mañana el sol brillaba con intensidad y acercaba su calor a ese día de otoño. Ella tenía el rostro lleno de risas y el corazón cargado de ilusiones. Desayunó temprano, se cambió de ropa y salió a caminar por el parque. “Nada puede salir mal hoy”, se dijo a sí misma.
Estaba absolutamente convencida de que todo iría bien, cuando de repente algo la distrajo. Un accidente en la intersección de dos calles llamó su atención. Había una persona herida que estaba siendo llevada en ambulancia y había otra persona en el suelo, cubierta con una sábana blanca. Pensativa aminoró su marcha sin dejar de mirar la escena, su sonrisa desapareció y al instante una mujer que pasaba junto ella mencionó al pasar “Parece que va a llover”. Sorprendida, miró al cielo y descubrió que el sol no brillaba como hacía unas horas, no le dio mayor importancia y siguió caminando, pero sin dejar de pensar en la desafortunada vida que se había esfumado hacía unos instantes. Qué habría sido lo último que hizo esa persona antes de salir de su casa? Habría discutido con alguien? Habría besado a sus seres queridos? Hubiera actuado de la misma forma de haber sabido que su vida terminaría en los minutos siguientes? Su rostro fue poniéndose cada vez más serio, y el sol cada vez brillaba menos.
Continuó caminando por el parque hasta que la alarma  del reloj le indicó que era el mediodía. Distraída y sin poder dejar de pensar en el accidente que había visto, volvió por el camino que acababa de recorrer. Pensaba en lo que aun faltaba de ese día, en cuánto ella había anhelado ese momento, en lo feliz que se sentía esa mañana al despertar, y en cómo de repente su interés había pasado a otra cosa. Al pasar nuevamente por el lugar del accidente descubrió que ya no quedaban rastros de lo que había ocurrido. Ni la ambulancia, ni la gente curiosa, ni la policía, nada. Una pareja caminaba por allí tomados de la mano, un grupo de adolescentes reían sin parar, un hombre de negocios discutía por teléfono con alguien, pero ninguno se daba cuenta de que allí, hacía sólo un momento,  una vida había dejado de ser. Cómo era eso posible? Su rostro se endureció y el cielo se cubrió de nubes blancas, ahora el sol ya no brillaba.
Al llegar a su casa, comenzó a prepararse para el gran acontecimiento. Pasó por alto el almuerzo, ya que no tenía cabeza para pensar qué comer, tomó un baño, un largo baño.  Estuvo una hora y media metida en la bañera, tratando de entender porque la gente era tan miope que no veía mas allá de sus narices, no podía explicarlo. Ese día que había comenzado con ese sol brillante a esta hora estaba gris, y ese rostro que había amanecido lleno de risas, ya no sonreía. Ese momento tan anhelado para el que ella se había preparado durante tanto tiempo, que había esperado con ansias, como los presos ansían la libertad, ahora ya no importaba. Pero había asumido un compromiso, había dado su palabra, tenía que estar allí.
Lentamente salió de la bañera, secó su cuerpo con mucho vigor, podría decirse que hasta con rabia, de tal forma, que toda su piel enrojeció. Fue hasta su habitación y aún envuelta en la toalla se sentó en la cama. Esta vez no se sentaba a pensar qué ropa o qué zapatos ponerse, ese era un problema resuelto desde el día en que supo que ese momento llegaría. Había elegido el atuendo cuidadosamente, lo tenía colgado frente a su cama y lo veía todos los días, esto acentuaba aun más sus ansias de que llegara ese día. Estuvo mirando su ropa y sus zapatos un rato, le parecía que ya no tenían el mismo brillo de la mañana anterior, ya no le generaban esa emoción intensa de poder estrenarlos.
Lentamente comenzó a vestirse, se miró en el espejo, pero no le gustó lo que vio, de todas formas no podía volver atrás. Sentada frente al espejo cepilló su cabello, había decidido tiempo atrás que no le pediría ayuda a nadie para peinarse, ella tenía un estilo muy personal y quería mantenerlo, quería causar la impresión de ser simplemente ella. Cuando terminó de peinarse tomó el estuche de su maquillaje, lo miró y volvió a dejarlo donde estaba, no quiso ocultar nada, no podía ocultar nada. Su rostro estaba triste y aunque tratara de esconderlo, su corazón no se lo permitiría. Cómo era posible que esa mañana de sol radiante se hubiera convertido en una día gris? Cómo era posible que esa inmensa sonrisa se hubiera transformado en un rostro triste y sin vida? Dónde habían quedado las ilusiones, las esperanzas y los anhelos para ese día? Dónde quedaban los meses de preparación física, intelectual y psicológica para ese momento? Era posible que el accidente de un simple desconocido provocara ese terrible cambio en ella? Era posible que a la gente no le importara nada ni nadie?
Miró su reloj, era la hora. No tenía animo ni siquiera para levantarse de su silla, pero no tenía alternativa. Miro el cielo por la ventana de su habitación, estaba oscuro, al igual que su rostro. Tomó un abrigo y su cartera y salió. Había decidido manejar su propio auto aunque le habían ofrecido llevarla, ella no aceptó, sentía placer manejando, se sentía feliz. Pero hoy no era el caso, y ya no podía cambiar de opinión. Sacó el auto del garaje, y comenzó a conducir hacia su destino. Tenía que ir hacía las afueras de la ciudad, era un viaje de media hora aproximadamente, con un paisaje de campo, a veces verde vivo y a veces amarillo triste. A medida que avanzaba, su corazón se sentía más oprimido, y el cielo de repente se puso negro.
Abruptamente frenó el auto, sin darse cuenta, había llegado a su destino. Se bajó, se paró frente al lugar y lo miró un largo rato, finalmente había llegado ese día, ese momento tan especial, la concreción de su sueño, pero ya no le importaba, el egoísmo había hecho de ese día especial, un día sin sentido.
Hizo el intento de seguir, llegó hasta la entrada principal, pero allí terminó todo. Una lagrima comenzó a correr por su mejilla, por ese rostro que horas antes estaba radiante como el sol de la mañana. Una lágrima que rodó y cayó al suelo despertó a otra que también comenzó a rodar por su rostro hasta morir en el suelo, pero esta última vino acompañada por otra, vino acompañada por una lágrima del cielo. Había comenzado a llover. Ella no pudo contenerse mas, el llanto corría  libremente por sus mejillas, lloraba con gemidos de dolor y en el cielo resonaban los truenos, su corazón estaba abriendo las compuertas para dar paso a ese torrente de lagrimas y el cielo convirtió esa mañana de sol en una tarde oscura y lluviosa.
No podía entrar, ese ya no era su lugar, ya no tenía nada que hacer allí. Dio un paso atrás, miró la entrada, y con los ojos empapados de llanto y lluvia y la voz entrecortada musitó un “Perdón”. Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el campo. La lluvia se transformó en una inmensa cortina gris, su cabello estaba empapado, su ropa tan cuidadosamente elegida, ahora ya no servía, sus delicados zapatos completamente cubiertos de barro. Ya nadie volvió a verla.  Sus sueños, sus ilusiones y sus anhelos, se los había llevado la lluvia.

jueves, 22 de marzo de 2012

La Trinchera


Nada me molesta mas que perder una batalla contra mi propio yo, es terrible, es la prueba viva de que una parte mia es mas fuerte que la otra, es la puesta en escena de un guion armado por alguno de los dos vecinos con los que tengo que convivir. Lo peor es que a veces el perder la batalla es lo mejor que me puede pasar, pero mi otro yo se resiste a entenderlo.
Esto me paso hace unos años, nunca tuve una sensación de separación tan fuerte como cuando me fui de mi casa. A pesar de haber enfrentado separaciones drásticas en mi vida, como dejar mi casa natal y mi gran familia para venir a vivir a una provincia distinta, o cuando mis viejos decidieron que la cosa entre ellos ya no iba mas, o cuando mis hermanos decidieron comenzar sus propias vidas, en ninguna de esas ocasiones sentí lo mismo que me tocaba sentir ahora, era distinto. Era yo la que se iba, también en busca de una nueva vida y con un bolso cargado con muchos planes , pero me estaba yendo. Estaba abandonando ese lugar que había sido mi refugio, que guardaba todos mis secretos, y que siempre me pregunté cómo se vería estando ordenado: estaba abandonando la trinchera, estaba yéndome de mi pieza.
Cuando llegamos a vivir a Santa Fe mi pieza era la única habitación de toda la casa además del baño. Era cocina, comedor y habitación al mismo tiempo, después fue solo cocina y finalmente fue la pieza de mi hermano. El dia que él se casó y se fue a su propia casa fue el dia mas feliz de mi vida, lo iba a extrañar un monton, pero ahora la pieza era mia. Tenía 14 años y mi ansiedad era absoluta. Me mudé esa misma noche, que felicidad tan grande! Al principio dejé todo como estaba, me ayudaba a no extrañarlo tanto, pero después, de a poco la fui transformando en mí. Mi pieza era un reflejo mío.
Para empezar tenía dos camas, a veces estaban juntas y yo dormía atravesándome en diagonal, y otras veces estaban separadas y dormía en la que menos cosas tenía encima. Cuando abría la puerta lo primero que veía era un poster del diario con una Ferrari Enzo, la ferrari hecha como homenaje a Il Comendattore, después hacia la derecha en la misma pared que daba al sur estaba la gran ventana por la que me gustaba mirar como la lluvia bañaba el jardín de mi viejita. En la pared que daba al oeste tenía dos posters, uno de Jean Claude Van Damme. Juan Claudio, como me gustaba decirle, fue mi primer héroe cinematográfico, la primer peli que vi en el cine lo tenía como protagonista, EL GRAN DRAGON BLANCO. El otro poster era de El Hombre Sin Sombra, la peli estaba relativamente interesante, pero no era la gran cosa. Sin embargo por algo ocupaba un lugar en mi pieza, y era porque había estrenado en la misma época que yo tomé posesión del territorio, algún dia quizás ambos acontecimientos se recordarán como una efeméride junto con cosas de menor importancia. En la pared norte había un estante largo que mi hermano había puesto, el lo tenía con sus perfumes, fotos, y demás nimiedades, yo lo tenía lleno de peluches. Arriba del estante había un poster enmarcado de Ariel Arnaldo Ortega, un símbolo de River, el equipo que mi hermano me había enseñado a amar. El lado B de la puerta tenía también otro poster del Burrito, mucho, mucho mas grande, ambos posters cortesía de una marca de gaseosa. Y por ultimo en la pared que daba al este, una gran cartelera llena de pinchesitos  donde iba a parar todo lo que me parecía relevante de tener a la vista: Versículo bíblicos, fotos, fechas, todo…
Ese reducto, aunque pequeño y sin terminar, fue mi cuartel durante ocho años. Pasaron cosas increíbles ahí, en ese lugar perdí la inocencia el dia que  descubrí que Papá Noel no existía, ahí me metía a jugar a la radio con el grabador de mi hermano cuando el no estaba, fue mi rincón de unidad durante toda mi vida de club, a veces hasta parecía literalmente una trinchera. Tambien ahí lloraba desconsoladamente y me preguntaba muchas veces por qué, pero lo hacía sabiendo que en ese lugar, tan mio, no estaba sola. Sabía que en la cama que menos cosas tenía encima siempre había lugar para que se sentara Ese que me conoce mejor que nadie, y estaba ahí para consolarme, mi General, el que solo quiere lo mejor para sus soldados, El siempre estaba ahí para mi.
Hoy, mi pieza es una especie de depósito de telas y maquinas de coser, pero se ve que en casa tampoco fue tan fácil aceptar que ya no estoy, es por eso que todavía queda algo de mí en ese lugar. Ya no es una trinchera, pero aun conserva una de mis camas y el poster enmarcado del Burrito.  Todavía queda algo de mí. Todavía puedo volver a ese cuartel a planear estrategias, a llorar cuando me siento mal, o simplemente a dormir una siesta.
Sin embargo hay un lugar que es más mío que cualquier otro, aunque todavía no lo conozco y al que voy a ir dentro de poco. Un lugar que me preparó Ese que me conoce mejor que nadie, mi General, un lugar aún mejor que mi pieza, una trinchera que ya no va a ser un lugar de refugio sino un lugar de encuentro. A veces me olvido que tengo esa pieza esperándome y actúo como si esto fuera todo, pero en esa casa tampoco se resisten a aceptar que yo no esté y siempre me están esperando.

jueves, 8 de marzo de 2012

Fabula.


En mi infancia y luego en mi adolescencia, siempre me gustó una cancion de Eros Ramazotti llamada "Fabula", lo unico que no me convencía era el final, no lograba entenderlo. Bueno, me decidi a relatar los hecho de esta fabula segun mi cabeza y segun el final que alguna vez me imaginé. Aquí estan los resultados.


MI FABULA.

El amaba pasar sus horas en el bosque, como todo joven, despreocupado de la vida, se sentía libre haciendo lo que le gustaba, y lo que le gustaba era estar en el bosque imitando a los arboles. Nunca supimos bien porque le gustaba hacer eso, era un juego raro que comenzó cuando era un nene. Le gustaba ir al bosquecito, arremangarse su camisa, descalzar sus pies y tomar una posición parecida a la de algún árbol, decía que así podía aprender muchos secretos del bosque. Todos los días era la misma rutina: llegaba de la escuela, tomaba su merienda y se iba corriendo al bosque, a seguir aprendiendo secretos, que por cierto nunca compartió con nadie, será por eso que nunca le creí.
 Asi fue hasta que, ya pasados unos años desde que le dio inicio a este juego, una tarde no volvió. La naturaleza le había concedido lo que el tanto anhelaba, y esa tarde pasaría a formar parte del bosque. Sus pies descalzos en la hierba fueron hundiéndose en la tierra en busca de una refrescante humedad, sus brazos se extendieron aún mas de lo que él podía imaginar, su cabello se alargó y comenzó a emanar un aroma fresco, como el olor de la primavera, su cuerpo se endureció y ya no pudo moverse, pero a la vez se sentía fuerte y resistente.  El céfiro comenzó a soplar y los arboles a su alrededor comenzaron a moverse, como haciendo una reverencia para darle la bienvenida al bosque. La lluvia comenzó a caer y mojó sus hojas,  y los animales silvestres vinieron a refugiarse en él.  “Esto es lo que quería, ya no necesito mas nada”, dijo, y se durmió.
Era feliz. Todo lo que necesitaba estaba a su alcance. Hasta que un día, unos ojos profundos como el azul del cielo llegaron para perturbar su quietud. Sintió que su raíz se estremecía al observar a una linda mujercita acercarse hacia él. Ella caminaba con una gracia desconocida , tenía el cabello negro como la noche y una sonrisa que opacaba la luz del sol. Ella se sentó bajo su sombra, sacó un libro y comenzó a leer. ¡Que desconcierto repentino se generó dentro de él! ¿Que era lo que le ocurría? ¿Porque no podía dejar de mirarla? El no podía soportar tenerla tan cerca sin poder acariciarla, intento alargar sus ramas y movió sus hojas para mostrarle que estaba allí, con ella, pero fue inútil. Se quedó inmóvil, observándola todo el tiempo que estuvo allí. Al cabo de un momento ella se paró y comenzó a alejarse, pero no alcanzó a dar unos pocos pasos cuando giró, miró al árbol y se sonrió, “Mañana voy a volver”, dijo para sí, y se alejo corriendo. El sintió un vacio tan grande como jamás antes lo había sentido, ni como hombre ni como árbol, no entendía por qué ya no era feliz siendo un árbol, quería salir corriendo detrás de ella y abrazarla, pero ya no podía.
La noche fue larga y la mañana aun mas. Pero llego la tarde y sus ansias crecieron. Un poco antes del ocaso, sus ojos de aguamarina aparecieron nuevamente y el volvió a vivir. Su savia comenzó a fluir nuevamente y sus ramas se alegraron, se sacudió entero dejando caer una lluvia de hojas como obsequio para su amada. Sí, la amaba. Ella sonrió alegremente sin entender, no importaba, ya estaba allí.
Cada ocaso era la muerte para él, la luz del sol se extinguía y ella partía, prometiendo siempre, a ella misma o, quien sabe, a él, que volvería. Cada día ella regresaba y  él reverdecía. Ella lo eligió, era su refugio, y él sabia que aunque llegara el ocaso, ella volvería.
El tiempo pasó y el anhelo de poder tocar a su amada era cada vez mas grande. Ese dia, a comienzos del otoño mientras esperaba que llegara la tarde algo pasó. Ella llegó antes de lo habitual, pero no venía sola, un joven tomaba dulcemente su mano, y ambos se sentaron al resguardo del viento bajo su copa. El no sabía qué ocurría, estaba desconcertado. Los jóvenes reían y hablaban en un tono muy cómplice. De repente, el joven sacó de su bolsillo un estuche y tomando la mano de su compañera y ofreciéndole una anillo le propuso matrimonio, él sintió que su raíz se secaba y su corazón de hombre se hacía trizas. Ella sonriente y con lagrimas en los ojos dijo que sí y ambos se fundieron en un abrazo que a él le pareció eterno. Ambos tomaron una piedra y escribieron sus iniciales dentro de un corazón en la corteza del árbol. Fue el dolor mas grande que sintió en toda su vida, no tanto por la marca, si no porque allí estaban inmortalizando la separación definitiva entre el y su amada. Los jóvenes se fueron, y el se quedó solo, con su dolor. Sus hojas perennes se tiñeron de amarillas y de a poco comenzaron a caer. Ella, ya no volvió.
El tiempo parecía haberse detenido. El otoño había pasado y el crudo invierno había secado prácticamente todo el bosque, la primavera estaba cerca, pero a él no le importaba, no había flores que se igualaran a su belleza ni perfumes que se parecieran al de su piel. No quería vivir mas, sus hojas habían caído por completo y su tronco parecía estar secándose, no le importaba.
Pasaron cuatro largos y tristes años, el árbol se había secado casi por completo, solamente subsistía su raíz bajo la tierra, al abrigo de quien sabe qué esperanza. El sonido de una risa familiar lo despertó de su letargo, ¿Sería posible que haya vuelto? Sus ojos nublados alcanzaron a divisar una silueta que luego fue tomando una forma conocida. Era ella, había regresado. Pero esta vez tampoco estaba sola. Una pequeña niña corría delante de ella en señal de juego, sin duda era su hija, la belleza de esos ojos de cielo no podía repetirse de otra forma, tenía que ser su hija. El intentó volver a dormir, ya había sufrido demasiado. Pero de pronto sintió algo raro, ambas mujeres estaban a su alrededor “arreglándolo”. Le quitaban las ramas viejas, le pusieron tierra nueva y le llevaron agua para su raíz. Ella estaba triste por él, el lo sabía, y se sintió culpable por ser quien provocara la desaparición de esa sonrisa inigualable. Después de tanto tiempo el pudo comprobar que también le importaba a ella y puso todo de sí para recuperarse, quería verla feliz, sin importar donde o con quien, si ella era feliz, el también lo sería.
Ella comenzó a venir diariamente otra vez algunas veces con su hija, quien jugaba en una hamaca puesta en sus ramas,  otras también con su esposo. Ya no le importaba, le bastaba con verla y a veces con lograr acercar sus ramas hacia ella. Era su razón de ser, a su manera, pero lo era.
Los días pasaron, los meses, los años… Ambos envejecieron, y aun así ella siempre tenía un buen libro para leer bajo sus ramas y él, una lluvia de hojitas para regalarle.
Un día, ella llego tarde a la cita, se la veía cansada, abatida por el paso del tiempo. Se sentó con dificultad y miró hacia arriba, “Mi amigo, si tus ramas hablaran…” dijo, él sintió que su corazón se paralizaba, era la primera vez que le hablaba. Ella se quedó un rato sentada y luego, con dificultad se levantó y se fue. Como la primera vez, giro sobre sus pasos, lo miró y le dijo: “Gracias por tan lindos momentos”.  El nunca más volvió a verla.
Ella murió unos días después sin saber que al día siguiente de su última visita, habían talado a su querido árbol. Con la madera, fabricaron un ataúd, el más fuerte, y de mejor calidad, el ataúd que su esposo eligió esa noche para ella.
El nunca había podido acariciarla. Ella nunca supo que el la amaba. Ahora, el la tenía entre sus brazos para siempre.

martes, 6 de marzo de 2012

Arrancamos...

Cuantas veces quise hacer esto y no me animé, las preguntas hacían de mi cabeza una calesita, ¿Valdrá la pena? ¿A alguien le importará lo que tengo para decir? lo que es más, ¿Realmente tengo algo para decir? ¿Que estarán dando en la tele? ¿Cómo habrá salido River? En fin, cuestiones y mas cuestiones que hacían que bajara de la quinta a la primera en un solo movimiento, quedándome al resguardo en la sombra de mis dudas, la única protección que conocía. Hasta hoy.
Hoy me levanté, prendí la compu y dando vueltas por ahí me encontré con un gran escritor, pero lo que es mejor, con un gran amigo, que me dijo: "Yo escribo para mi, si a alguien le gusta lo que escribo, mejor."

Hoy fue mi día franco, no tuve que presentar armas en las filas de la batalla, y tuve mucho tiempo para pensar, pensar en todo lo que tengo que hacer y en todo lo que quiero hacer. Como dicen por ahí, a veces lo urgente no deja tiempo para lo importante, y es así que la idea estuvo dando vueltas por mi cabeza todo el día, mientras hacía las cosas "urgentes", pero llegó la noche y dije basta, escribamos. Escribamos acerca de lo que sea, pero escribamos. Hablo en plural porque escribo con dos vecinos que tengo al lado, aunque hay uno que sólo tiene sugerencias poco saludables, trato de no escucharlo pero a veces se me hace un poco difícil. El otro siempre tiene razón, y aunque trato de escucharlo, también a veces se me torna muy difícil. Ellos dos forman parte de mi vida, lamentable y afortunadamente. Uno me dice que vaya y me pare en el medio del campamento enemigo y plante mi bandera ¿Resultados? Mínimo un tiro en la frente, mínimo. El otro me dice que planee cuidadosamente una estrategia, que pida consejos a los mas experimentados, pero por sobre todo que respete los mandatos del General, que solo quiere preservar la vida de sus soldados. Aun ante algo tan obvio, a veces me pregunto a cual de los dos escuchar. Por qué el peligro es tan atractivo? No lo se, pero lo quiero lo mas lejos posible

Acá estoy. Tratando de lograr hacer de este espacio algo mio, donde los reportes de cada batalla sean un manual para seguir viviendo, donde pueda aprender de cada paso que doy, o que no doy. Estoy acá porque sin duda tengo mucho para decir, pero todo a su tiempo, de a poco.
Confieso que me da un poco de vergüenza todo esto, la idea no es exponer mi vida para que todos sepan que hago en cada momento, quiero que este espacio sea un lugar de reflexión, que me pueda servir el día de mañana para no pisar la misma mina. Quiero ver esto y recordar que lo que hice lo hice con pasión, con el convencimiento de que era lo correcto, con toda el alma, y espero no arrepentirme.

No tengo el oficio de la pluma, es la primera vez que hago esto sin un profesor que me lo haya pedido, por lo tanto iré experimentando a medida que pase el tiempo. Lo importante hoy para mi es que logre dar el primer paso, ya tengo una medalla en mi uniforme de guerra.