Puede que
esto suene a mentira, pero hace seis años conocí a un ángel. Cuando lo conocí no sabía
con quien me estaba encontrando ya que, aunque su aspecto era el de un
querubín, su carácter y comportamiento jamás lo hubiesen indicado… o eso creía
yo.
Cuando lo conocí no sabía que este era un ángel, estaba de paso por este
mundo mientras cumplía con una misión. Me costaba mucho congeniar con él, tenía
un carácter muy especial, a veces era el mejor compañero del mundo y a veces me
sacaba de las casillas. Compartimos muchas mañanas juntos, además de algunos
viajes, algunos regalos, entre otras cosas.
Un día me dijeron que Tomás (que así se llamaba) tenía un ala lastimada y
eso le estaba trayendo algunos problemas. Volví a verlo una semana después de
que me dieran esa noticia y, aunque se veía un poco cansado, la expresión de su
rostro era la de siempre, una mezcla de alegría y ganas de alguna travesura. No
podía creer que ese angelito ya no pudiera volar como antes, pero aun así él
trataba de llevar una vida normal y todos a su alrededor hacíamos lo posible
para que así fuera.
Además de un ángel, Tomas era un soldado fiel y valiente. Aun con su ala
lastimada, nunca dejo de ser un testimonio vivo para aquellos que se acercaban
a el. Muchos se acercaban con lastima, o incluso con compasión, como apenados
por él, pero salían desconcertados por no entender como alguien en su situación
podía transmitir tanto optimismo o irradiar tanta alegría. Y claro, es que
nosotros solo vemos lo que nuestros ojos nos permiten, no osamos mirar un poco más
allá, pero Tomás no. El siempre supo que del otro lado del horizonte la guerra
estaba ganada, nada de lo que había de este lado era importante para el, sus
ojos siempre vieron mas allá.
Como buen soldado siempre confió en las decisiones de su General, el
descansaba en Su voluntad, a tal punto de no entender como alguien que dejaba
todo en Sus manos podía seguir preocupado. “Si ya oramos ¿Por qué seguís
llorando?” Siempre tenía increíbles lecciones para darnos.
La última vez que lo vi, fue un domingo en el club. Tenía sus ojitos
oscuros, estaba un poco hinchado, pero irradiaba tanta o más alegría que la
primera vez que lo vi, claro, estaba en el club, eso nadie se lo había quitado.
Ese domingo corrimos, jugamos, nos peleamos también y me discutió un par de
cosas a los gritos, yo me enojé… y después me reí mucho con el, le di un beso y
un fuerte abrazo y me despedí, sin saber que ya no volvería a verlo en las
mismas condiciones.
Hoy hace cuatro años que Mi general decidió que el soldado Tomas López
debía tomarse franco y descansar, su ala rota no estaba sanando, debía aprender
a volar nuevamente y además él no estaba hecho para estar en este mundo tan
impuro. No puedo decir que no lo extraño, pero me consuela saber que no tendrá
que vivir en esta sociedad corrupta, ni estar rodeado de peligros y quien sabe
cuántos horrores más.
La misión de ese Ángel que conocí hace seis años era mostrarme que en esta
vida hay cosas realmente importantes por las que preocuparse. El, con todos sus
dramas, jamás se quejó, siempre buscó la forma de mostrar que lo que le pasaba
era por algo bueno, que sin duda el General de esta tropa podía sacar algo
positivo de esta estrategia.
Hoy el cielo también llora, como aquel dia hace cuatro años, pero se que
muy pronto volveremos a vernos, su ala ya estará sana nuevamente y podrá volar
como antes. Hasta que llegue ese día, me toca pelearla pensando en lo realmente
importante y recordando que todo tiene un propósito. Hasta pronto amiguito.
Toto y su papá campeones de un torneo de metegol. |
Uf... un texto con el poder de hacerte llorar de tristeza, pero llenarte de esperanzas.
ResponderEliminarLa vida tiene otro sentido cuando recordamos que simplemente estamos de paso. Todos.
Hay un mejor lugar. Allá vamos!
Maranatha!