Había estado esperando la llegada de ese día con muchas
ansias. Despertó temprano esa mañana el sol brillaba con intensidad y acercaba
su calor a ese día de otoño. Ella tenía el rostro lleno de risas y el corazón cargado
de ilusiones. Desayunó temprano, se cambió de ropa y salió a caminar por el
parque. “Nada puede salir mal hoy”, se dijo a sí misma.
Estaba absolutamente convencida de que todo iría bien,
cuando de repente algo la distrajo. Un accidente en la intersección de dos
calles llamó su atención. Había una persona herida que estaba siendo llevada en
ambulancia y había otra persona en el suelo, cubierta con una sábana blanca.
Pensativa aminoró su marcha sin dejar de mirar la escena, su sonrisa
desapareció y al instante una mujer que pasaba junto ella mencionó al pasar “Parece
que va a llover”. Sorprendida, miró al cielo y descubrió que el sol no brillaba
como hacía unas horas, no le dio mayor importancia y siguió caminando, pero sin
dejar de pensar en la desafortunada vida que se había esfumado hacía unos
instantes. Qué habría sido lo último que hizo esa persona antes de salir de su
casa? Habría discutido con alguien? Habría besado a sus seres queridos? Hubiera
actuado de la misma forma de haber sabido que su vida terminaría en los minutos
siguientes? Su rostro fue poniéndose cada vez más serio, y el sol cada vez
brillaba menos.
Continuó caminando por el parque hasta que la alarma del reloj le indicó que era el mediodía.
Distraída y sin poder dejar de pensar en el accidente que había visto, volvió por
el camino que acababa de recorrer. Pensaba en lo que aun faltaba de ese día, en
cuánto ella había anhelado ese momento, en lo feliz que se sentía esa mañana al
despertar, y en cómo de repente su interés había pasado a otra cosa. Al pasar
nuevamente por el lugar del accidente descubrió que ya no quedaban rastros de
lo que había ocurrido. Ni la ambulancia, ni la gente curiosa, ni la policía,
nada. Una pareja caminaba por allí tomados de la mano, un grupo de adolescentes
reían sin parar, un hombre de negocios discutía por teléfono con alguien, pero
ninguno se daba cuenta de que allí, hacía sólo un momento, una vida había dejado de ser. Cómo era eso
posible? Su rostro se endureció y el cielo se cubrió de nubes blancas, ahora el
sol ya no brillaba.
Al llegar a su casa, comenzó a prepararse para el gran
acontecimiento. Pasó por alto el almuerzo, ya que no tenía cabeza para pensar
qué comer, tomó un baño, un largo baño.
Estuvo una hora y media metida en la bañera, tratando de entender porque
la gente era tan miope que no veía mas allá de sus narices, no podía
explicarlo. Ese día que había comenzado con ese sol brillante a esta hora
estaba gris, y ese rostro que había amanecido lleno de risas, ya no sonreía.
Ese momento tan anhelado para el que ella se había preparado durante tanto
tiempo, que había esperado con ansias, como los presos ansían la libertad, ahora
ya no importaba. Pero había asumido un compromiso, había dado su palabra, tenía
que estar allí.
Lentamente salió de la bañera, secó su cuerpo con mucho
vigor, podría decirse que hasta con rabia, de tal forma, que toda su piel
enrojeció. Fue hasta su habitación y aún envuelta en la toalla se sentó en la
cama. Esta vez no se sentaba a pensar qué ropa o qué zapatos ponerse, ese era
un problema resuelto desde el día en que supo que ese momento llegaría. Había
elegido el atuendo cuidadosamente, lo tenía colgado frente a su cama y lo veía
todos los días, esto acentuaba aun más sus ansias de que llegara ese día.
Estuvo mirando su ropa y sus zapatos un rato, le parecía que ya no tenían el mismo
brillo de la mañana anterior, ya no le generaban esa emoción intensa de poder
estrenarlos.
Lentamente comenzó a vestirse, se miró en el espejo, pero no
le gustó lo que vio, de todas formas no podía volver atrás. Sentada frente al
espejo cepilló su cabello, había decidido tiempo atrás que no le pediría ayuda
a nadie para peinarse, ella tenía un estilo muy personal y quería mantenerlo,
quería causar la impresión de ser simplemente ella. Cuando terminó de peinarse
tomó el estuche de su maquillaje, lo miró y volvió a dejarlo donde estaba, no
quiso ocultar nada, no podía ocultar nada. Su rostro estaba triste y aunque
tratara de esconderlo, su corazón no se lo permitiría. Cómo era posible que esa
mañana de sol radiante se hubiera convertido en una día gris? Cómo era posible
que esa inmensa sonrisa se hubiera transformado en un rostro triste y sin vida?
Dónde habían quedado las ilusiones, las esperanzas y los anhelos para ese día? Dónde
quedaban los meses de preparación física, intelectual y psicológica para ese
momento? Era posible que el accidente de un simple desconocido provocara ese
terrible cambio en ella? Era posible que a la gente no le importara nada ni
nadie?
Miró su reloj, era la hora. No tenía animo ni siquiera para
levantarse de su silla, pero no tenía alternativa. Miro el cielo por la ventana
de su habitación, estaba oscuro, al igual que su rostro. Tomó un abrigo y su cartera
y salió. Había decidido manejar su propio auto aunque le habían ofrecido
llevarla, ella no aceptó, sentía placer manejando, se sentía feliz. Pero hoy no
era el caso, y ya no podía cambiar de opinión. Sacó el auto del garaje, y comenzó
a conducir hacia su destino. Tenía que ir hacía las afueras de la ciudad, era
un viaje de media hora aproximadamente, con un paisaje de campo, a veces verde vivo
y a veces amarillo triste. A medida que avanzaba, su corazón se sentía más
oprimido, y el cielo de repente se puso negro.
Abruptamente frenó el auto, sin darse cuenta, había llegado
a su destino. Se bajó, se paró frente al lugar y lo miró un largo rato,
finalmente había llegado ese día, ese momento tan especial, la concreción de su
sueño, pero ya no le importaba, el egoísmo había hecho de ese día especial, un día
sin sentido.
Hizo el intento de seguir, llegó hasta la entrada principal,
pero allí terminó todo. Una lagrima comenzó a correr por su mejilla, por ese
rostro que horas antes estaba radiante como el sol de la mañana. Una lágrima
que rodó y cayó al suelo despertó a otra que también comenzó a rodar por su
rostro hasta morir en el suelo, pero esta última vino acompañada por otra, vino
acompañada por una lágrima del cielo. Había comenzado a llover. Ella no pudo
contenerse mas, el llanto corría libremente
por sus mejillas, lloraba con gemidos de dolor y en el cielo resonaban los
truenos, su corazón estaba abriendo las compuertas para dar paso a ese torrente
de lagrimas y el cielo convirtió esa mañana de sol en una tarde oscura y
lluviosa.
No podía entrar, ese ya no era su lugar, ya no tenía nada
que hacer allí. Dio un paso atrás, miró la entrada, y con los ojos empapados de
llanto y lluvia y la voz entrecortada musitó un “Perdón”. Dio media vuelta y comenzó
a caminar hacia el campo. La lluvia se transformó en una inmensa cortina gris,
su cabello estaba empapado, su ropa tan cuidadosamente elegida, ahora ya no
servía, sus delicados zapatos completamente cubiertos de barro. Ya nadie volvió
a verla. Sus sueños, sus ilusiones y sus
anhelos, se los había llevado la lluvia.